REFLEXIONES: “ LA EDUCACIÓN (QUÉ ES DEL OTRO) DE CARLOS SKLIAR
“La educación parece ser así una fortaleza mayor que se erige como si fuera una suerte de dinastía, un reinado inmemorial, donde no hay lugar para la experiencia, para la experimentación; donde no hay lugar para el Otro y lo otro; donde no hay lugar para los contra-sentidos ni para los sinsentidos; donde no hay lugar para el acontecimiento.”
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Es a través de esta lectura como va cambiando la visión de lo que verdaderamente significa enseñar, permitiendo que el otro crezca en su diferencia. Skliar desde su visión, crítica al sistema educativo tradicional prolijo en argumentos, poseedor de una herencia, quiere plantear la urgencia de una deconstrucción al interior de esas prácticas y discursos que pongan en un colador las significaciones dadas a la herencia como un cúmulo de referencias y teorías pedagógicas inamovible, incuestionables y muertas, para constituirlas en un cuerpo viviente que no se deforme de tanto modelo para formar, sino que se desmorone en reflexionar en la construcción del Otro.
Skliar invita a llevar una educación de la mano de cromatismos, luminiscente y radiante en el marco de los sistemas del conocimiento y los sistemas sociales, en contraposición a una vida fundada en la acumulación de información, y en la repetición y transmisión de conocimientos, como una vida hipertrofiada que no da cuenta de sí misma y es temerosa de cualquier clase de novedad y de sorpresas.
Así desde lo propuesto por Skliar las palabras claves de ese encuentro son diferencia, comprensión y reconocimiento, se propone un cambio de enfoque que pone en juego no la homogeneidad, el calco del pensamiento único, la repetición de verdades universales, sino la multiplicidad y la diferenciación en las formas de enseñar en el mundo escolar desde la ACEPTACIÓN DEL OTRO.

Desde Skliar resulta además problemático porque “ la educación en general no se demuestra preocupada con las diferencias sino con aquello que podríamos denominar como una cierta obsesión por los “diferentes”, por los extraños, o tal vez en otro sentido por los anormales….Se viene confundiendo trágicamente la/s diferencia/s con los diferentes. Los diferentes obedecen a una construcción, una invención, son reflejo de un largo proceso que podríamos llamar de “diferencialismo”, esto es, una actitud- sin dudas racista- de separación y de disminución de algunos trazos, de algunas marcas, de algunas identidades en relación a la vasta generalidad de diferencias . Las diferencias no pueden ser representadas ni descriptas en términos de mejor o peor, bien o mal, superior o inferior, positivas o negativas, etc. Son, simplemente, crucialmente, álgidamente, diferencias.
El problema en la educación desde la posición que el docente asume dentro de la misma está dado en “ como inventa y reinventa cotidianamente a los diferentes”, por ello el acontecimiento que propone es deconstruir una herencia malentendida que resta significado al Otro.
Sin embargo desde el actuar educativo esas diferencias se constituyen en unas marcas que generan discriminación en el trato, en el uso de la palabra, en el marco de las in
terrelaciones que poco a poco van silenciando todo el potencial creativo que lleva dentro de sí cada estudiante, donde lo diferente se valora como criterio de anormalidad, de indisciplina, de falta de interés, al no enmarcarse en las categorías del juego de lo correcto, de la norma, del modelo o paradigma dado por el maestro para pensar, como si esa actividad fuese susceptible de enseñanza, cuando sabemos que el aprendizaje es inherente a cada ser y se domina no sólo por la razón, sino con un alto componente de emocionalidad que marca notablemente diferencias.
Entonces parece que la tarea que se asume desde la educación es perseguir esas diferencias para llenarlas en el mundo de lo estándar, de lo homogéneo, separando aquellas características peculiares para desvanecer esas “marcas” que en ocasiones generan conflicto ante el carácter de intolerancia de los mismos maestros que no aceptan que se vaya más allá de su discurso, al planteamiento de interrogantes que no están planeados en su tematización, que en ocasiones resulta tan precaria que ya a agotado al máximo las respuestas de tanto andar por los mismos caminos de la repetición, teorización, exposición, se teme a las diferencias y se busca continuamente asumir al Otro desde una posición de subalterno, en una sociedad disciplinar que el maestro construye, que no admite posiciones diferentes a las suyas.
La explicación se constituye en el obrar fundamental para lograr mantener esa relación de falsa autoridad tan apreciada por el enseñante, siendo una forma de manipulación de los saberes del otro, una usurpación de sus voces que se transforman primero en voces parecidas pero que nunca serán idénticas a las del maestro tematizador, quien niega que el otro habla y su habla posible, da la autorización para que el otro hable sólo de lo mismo, celebrando su generosa misión: aclarar, enseñar, hacer decir desde la mudez del otro, de su razonar de sus ideas diversas, diferentes. El otro se asume así como fuente de conflicto, llegando a un nivel de negatividad de su cultura.
Se busca en la educación la presencia de un ser semejante, desvalorizando su diferencia, y el sentido mismo de su identidad, sin considerar que el docente es, se hace el mismo a través del otro porqué así se piensa en sí mismo pero desde el error de búsqueda de lo idéntico. Puesto que “ El otro es en síntesis, aquel espacio que no somos, lo que no deseamos ser, que nunca fuimos y nunca seremos, el otro está fuera de nosotros mismos”
Parece que desde la educación hay una estrategia de la contención, donde el otro nunca es un agente activo de su aprendizaje, del conocimiento que interpreta y de su propio reconocimiento. El Otro es llenado, iluminado, formado desde estrategias que no responden a su ser mismo, nunca se pronuncia o puede inferir en los juegos de verdades acabadas establecidos por el docente. Se muestra así una posición de poder, de dominación y oposición a las diferencias desde taxonomias en las cuales se pretende siempre enmarcar el actuar humano tales como lo marginal, el deficiente, el indisciplinado, el lento, el desatento, negando sus espacios de ser- alteridad al no encasillarse en el “yo normal” manejado por el docente.
El Otro es así un siempre –otro, otro permanente, una amenaza eterna que debe ser contenida, fijada en un estereotipo, normalizada, masacrada, inventada, institucionalizada, colonizada; se toma al Otro como un objeto que deja de ser persona, porque se le niega su particularidad emocional que lo lleva a actuar, a querer decir, a obrar, se constituye en un ser relegado, confinado, “incapaz de toda negación e incapacitado para toda afirmación de su diferencia”.
Si pensamos que actuamos como docentes en una sociedad en donde las diferencias se determinan no solo en la lengua, en la cultura o en las formas de vida, sino en las maneras de enseñar, lo que está por hacerse es posibilitar el intercambio de las visiones del mundo y a la vez la traducción de esas interpretaciones que devuelvan la voz al Otro, dando lugar a la interrupción, a la interferencia como un espacio para la creación e invención, en el cual la diferencia hecha pregunta, opinión o palabra sean admitidas, desde un descubrimiento; ya que el progreso de las ciencias es a diario multiplicador, de complicación y aplicación, de creación e interpretación. Inventar desde estos linderos no es producir, sino traducir, contextualizar al estudiante desde su propio sentir, desde sus mundos de la vida, se debe aniquilar la idea de que “el profesor es el transmisor veraz de una tradición, el obsesionado y encargado de señalar quienes son los diferentes. Es aquí donde debemos romper la herencia, ese cúmulo de doctrinas que maneja esa mente especializada con apariencia de dominio de conocimientos sólidos, férreos, impermeables que los hacen en ocasiones reacios a los cambios, a las adaptaciones, a los hallazgos y explosión de acontecimientos".

Entonces parece que la tarea que se asume desde la educación es perseguir esas diferencias para llenarlas en el mundo de lo estándar, de lo homogéneo, separando aquellas características peculiares para desvanecer esas “marcas” que en ocasiones generan conflicto ante el carácter de intolerancia de los mismos maestros que no aceptan que se vaya más allá de su discurso, al planteamiento de interrogantes que no están planeados en su tematización, que en ocasiones resulta tan precaria que ya a agotado al máximo las respuestas de tanto andar por los mismos caminos de la repetición, teorización, exposición, se teme a las diferencias y se busca continuamente asumir al Otro desde una posición de subalterno, en una sociedad disciplinar que el maestro construye, que no admite posiciones diferentes a las suyas.
La explicación se constituye en el obrar fundamental para lograr mantener esa relación de falsa autoridad tan apreciada por el enseñante, siendo una forma de manipulación de los saberes del otro, una usurpación de sus voces que se transforman primero en voces parecidas pero que nunca serán idénticas a las del maestro tematizador, quien niega que el otro habla y su habla posible, da la autorización para que el otro hable sólo de lo mismo, celebrando su generosa misión: aclarar, enseñar, hacer decir desde la mudez del otro, de su razonar de sus ideas diversas, diferentes. El otro se asume así como fuente de conflicto, llegando a un nivel de negatividad de su cultura.
Se busca en la educación la presencia de un ser semejante, desvalorizando su diferencia, y el sentido mismo de su identidad, sin considerar que el docente es, se hace el mismo a través del otro porqué así se piensa en sí mismo pero desde el error de búsqueda de lo idéntico. Puesto que “ El otro es en síntesis, aquel espacio que no somos, lo que no deseamos ser, que nunca fuimos y nunca seremos, el otro está fuera de nosotros mismos”

El Otro es así un siempre –otro, otro permanente, una amenaza eterna que debe ser contenida, fijada en un estereotipo, normalizada, masacrada, inventada, institucionalizada, colonizada; se toma al Otro como un objeto que deja de ser persona, porque se le niega su particularidad emocional que lo lleva a actuar, a querer decir, a obrar, se constituye en un ser relegado, confinado, “incapaz de toda negación e incapacitado para toda afirmación de su diferencia”.
Si pensamos que actuamos como docentes en una sociedad en donde las diferencias se determinan no solo en la lengua, en la cultura o en las formas de vida, sino en las maneras de enseñar, lo que está por hacerse es posibilitar el intercambio de las visiones del mundo y a la vez la traducción de esas interpretaciones que devuelvan la voz al Otro, dando lugar a la interrupción, a la interferencia como un espacio para la creación e invención, en el cual la diferencia hecha pregunta, opinión o palabra sean admitidas, desde un descubrimiento; ya que el progreso de las ciencias es a diario multiplicador, de complicación y aplicación, de creación e interpretación. Inventar desde estos linderos no es producir, sino traducir, contextualizar al estudiante desde su propio sentir, desde sus mundos de la vida, se debe aniquilar la idea de que “el profesor es el transmisor veraz de una tradición, el obsesionado y encargado de señalar quienes son los diferentes. Es aquí donde debemos romper la herencia, ese cúmulo de doctrinas que maneja esa mente especializada con apariencia de dominio de conocimientos sólidos, férreos, impermeables que los hacen en ocasiones reacios a los cambios, a las adaptaciones, a los hallazgos y explosión de acontecimientos".
Skliar nos propone para devolverle el sentido a la educación una apertura a la diferencia, que devuelva a la escuela su esencialidad, al considerar que existe como tal en función del Otro, porque lo que se hace desde los escenarios de la educación es una aproximación al Otro y del Otro hacia nosotros, hacia el papel o la misión que implica enseñar, que logre imprimir al proceso de aprendizaje una cierta pasión.

Hasta aquí puedo afirmar que el papel del maestro es entonces el convertirse en un artífice de contextos, en donde estos se delimiten para posibilitar una búsqueda del Otro, que en este caso no es ya el docente, no es la conciencia misma del estudiante, sino los diversos espacios a los cuales él puede acudir desde su deseo para conocer y a la vez reconocerse, puesto que solo así se desprenderá de la tutela del cómo hacer la tarea, cómo darle gusto al maestro, y dejará de ser heterónomo para constituirse en un ser propio, capaz de servirse de su propia razón, donde no se aniquilen sus diferencias por talento, por interpretación o por ideología sino que se asuma su voz.
“La tarea del profesor consiste en ayudar al estudiante a enfrentar la crisis, aun la tragedia, del descenso desde su ideal hasta lo que parece un “infierno de falta de cultura” al asistirlo para reconocer este descenso como “nada distinto a la necesidad de la Razón”.
Entramos así a la segunda categoría de Skliar, el campo de la comprensión en medio de esa alteridad y pedagogía alternativa propuesta por el autor, se constituye en un hecho social intrínseco a la heterogeneidad.
Una educación que se preocupa por la comprensión se abre a las diferencias y toma en cuenta al Otro, sin duda encierra una amplia preocupación ética, puesto que el docente es responsable de la edificación de ese Otro, de lo que le pasa al otro con las cosas que uno hace, o de las cosas que surgen en la comunidad a la cual uno pertenece, pero para que importe lo que le pasa al otro tengo que verlo y para verlo, tengo que amarlo; tan sólo aprendemos de aquellos a quienes amamos, o también de aquellos que nos han hecho amar un campo, un problema, un suceso de la realidad, un texto, aprendemos de aquellos que han dejado improntas en nuestras estructuras afectivas y emocionales, por ejemplo a través de exigencias elevadas, o también, porque se han convertido ellos mismos en ejemplo para nosotros. Esto acontece cuando uno educa:
“Desde el momento en que el otro me mira yo soy responsable de él sin siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que hago". (Lévinas, 1991: 90)
El maestro debe mostrar al alumno lo que la humanidad a aprendido de ella misma y de manera esencial buscar que cada persona logre comprometerse con sí misma haciendo conscientes a los individuos de sus raíces, a fin de que puedan disponer de puntos de referencia que le sirvan para ubicarse en el mundo y para respetar las demás culturas.

Desde Skliar en la escuela no se puede afirmar que existan grados de responsabilidad desde las distintas acciones de los sujetos sociales docente, discente, familia, o de la situación relacional (clase, recreo..) o las peculiaridades que son inherentes a nuestro ser humanos, sino que somos responsables desde la confluencia de esas tres dimensiones que son las que cargan de sentido y significado nuestro hacer y configuran una responsabilidad social frente al otro y al entorno donde nos interrelacionamos, en este sentido no puede hablarse de más o menos responsabilidad en la acción por parte de las distinta personas , sino de diferentes responsabilidades para la búsqueda de convivencia y justicia en la misma, de tal manera que la educación esté comprometida con el cambio social colocando el acento en educar para asumir un compromiso vital con los otros desde la comprensión de ellos mismos.
Así entendido, el docente y el discente se constituyen en pilares de la educación. El acontecimiento será dado cuando se hagan personas responsables desde la vivencia de ese sentido de la responsabilidad entendida como respuesta al otro, teniendo en cuenta que ese otro puede estar presente porque convive temporalmente con nosotros, pero también puede estar ausente. El acontecimiento tiene que ver entonces con la aceptación del otro en su alteridad en el marco social de lo que implica educar:
“Que el otro no sea nadie propiamente hablando, ni usted ni yo, significa que es una estructura que se encuentra solamente efectuada por medio de términos variables en los diferentes mundos perceptivos- yo para usted en el suyo, usted para mí en el mío. No basta siquiera con ver en otro una estructura particular o específica del mundo perceptivo en general; de hecho es una estructura que funda y asegura todo el funcionamiento del mundo en su conjunto. Y es que las nociones necesarias para la descripción del mundo (…) permanecerán vacías e inaplicables, si el “Otro” no estuviera ahí, expresando mundos posibles.” (GILLES DELEUZE)
